Chile · Por Rocío Angulo, Nerea Aldunate y Vanetza Quezada
En septiembre de 2021, el Gobierno Chileno publicó dos instrumentos importantes en materia de igualdad de género en academia: la Ley Núm. 21.369 que sanciona el acoso sexual, la violencia y la discriminación de género en el ámbito de la educación superior, y la Política Nacional de Igualdad de Genero en Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
Tres años después de la denominada “Ola feminista”, o “Mayo Feminista” en Chile, en este mes de septiembre se han publicado dos importantes documentos para el país en materia de igualdad de género en academia. El miércoles 15 de septiembre de 2021 vio la luz la Ley Núm. 21.369 que Regula el Acoso Sexual, la Violencia y la Discriminación de Género en el Ámbito de la Educación Superior. Cinco días más tarde, el 20 de septiembre, se publicó la Política Nacional de Igualdad de Género en Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
"Este nuevo horizonte que se abre difícilmente se hubiera producido sin el empuje de una sociedad que rechaza cada vez más fuertemente el acoso, la violencia sexual y la discriminación de género".
En el preámbulo e historia de ambos documentos se hace un reconocimiento explícito al papel de las reivindicaciones sociales, especialmente desde el movimiento feminista chileno, en el avance en materia de igualdad al que estamos asistiendo. De su lectura se desprende, con bastante claridad, que este nuevo horizonte que se abre difícilmente se hubiera producido sin el empuje de una sociedad que rechaza cada vez más fuertemente el acoso, la violencia sexual y la discriminación de género, tanto en los ámbitos públicos como privados.
Sin duda, debemos felicitarnos por ello y hay motivos para el optimismo en el país. Se espera además que otros países de América Latina puedan dar pronto pasos en la misma dirección. Sin embargo, este optimismo no debe tampoco alejarnos del análisis crítico de la situación actual y la devastadora descripción que ambos documentos aportan en su justificación.
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La Ley 21.369
En la historia de la Ley Núm. 21.369, que puede consultarse en la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, se recoge la siguiente cita referida a las Instituciones de Educación Superior: “se han convertido en lugares poco seguros, donde la discriminación y la victimización por motivos sexuales parece ser una práctica recurrente. Hay que tener en consideración que las escuelas son los lugares de enseñanza de los jóvenes, pero también el lugar de trabajo de los académicos, de tal modo que los problemas de hostigamiento y de acoso, en ocasiones, por ser silenciosos, provocan una serie de injusticias y de maltratos psicológicos” (Herrera, García y Tapia, 2015; citando a Smit y Du Plessis, 2011).
Se señala además, basándose en Reilly, Lott y Gallogly (1986), que “se tiene evidencia de que la Universidad sigue siendo dominada por los hombres, los cuales ejercen este predominio a través de diferentes formas de misoginia y de discriminación. Estas formas de violencia perjudican a los docentes y a los estudiantes, e impactan de forma negativa en el desarrollo profesional de las mujeres y en el avance de sus carreras universitarias.”
Esta descripción, reflejada en numerosos casos de amplia repercusión mediática en el país, presenta a la Educación Superior como un espacio más de inseguridad para las mujeres, donde difícilmente encontrarán un contexto de desarrollo pleno de sus capacidades y facultades. Cabe mencionarse que hasta la promulgación de esta ley, el acoso sexual se investigaba y sancionaba en sumarios administrativos a partir de un genérico Estatuto Administrativo. Esta nueva ley viene a incorporar elementos de la idiosincrasia universitaria y otros espacios de educación superior que permitirán un tratamiento más justo y efectivo de esta problemática. No hay que olvidar que un factor no menor en el marco de este problema es la frecuente impunidad con la que se producen los hechos de acoso, violencia y discriminación de género en contextos educativos.
Sobre la Política Nacional de Igualdad de Género en Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación
Cabe mencionarse que esta política se desarrolla al alero del recientemente creado Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Chile, con la participación activa del Ministerio de la Mujer y de la Equidad de Género, la Subsecretaría de Educación Superior y la Subsecretaría de Telecomunicaciones. Bajo el epígrafe “Diagnóstico: una Radiografía de Género para la Ciencias, la Tecnología, el Conocimiento y la Innovación en Chile”, el documento presenta en su segunda parte una descripción de la academia chilena en la que se aprecia muy nítidamente la brecha de género que adolece el sistema.

Y, ¿Qué se sabe de la brecha?
De acuerdo al análisis ofrecido en el documento, la brecha comenzaría a abrirse en la infancia. Como posible factor relevante en la apertura de la brecha, se señala además el papel de las expectativas de los padres, creadas con base en una percepción sesgada y estereotipada de la participación de las mujeres en ciencia y tecnología. Según el texto, hacia los 15 años de edad las niñas chilenas se perciben a sí mismas como peores para las matemáticas y ciencias, en comparación con los niños de su cohorte, expresando además un mayor miedo al fracaso.
"De entre las personas que se desarrollan profesionalmente en investigación solo el 34% son mujeres, y solo el 16% lidera centros de investigación de excelencia".
La brecha se va haciendo cada vez más profunda durante el desarrollo profesional de las mujeres en todas las áreas del conocimiento, disminuyendo en número según se avanza en la jerarquía académica. Lo anterior deriva en una desaparición de las mujeres de los espacios de toma de decisión y liderazgo en la investigación.
Los números son bastante claros. De entre las personas que se desarrollan profesionalmente en investigación solo el 34% son mujeres, y solo el 16% lidera centros de investigación de excelencia. Respecto a esta última cifra, cabe destacarse que no se explicitan las áreas de conocimiento en las cuales se circunscribirían estos centros. Sin embargo, en la línea de lo mencionado más arriba, resultaría relevante comprobar si podrían relacionarse con roles de género tradicionalmente estereotipados. En las universidades del Consejo de Rectores de Universidades de Chile (CRUCH), el 22% de las plazas titulares las ostentan mujeres y apenas 5 mujeres han sido rectoras en la historia de este país.
Esta brecha no solo se ha visto reflejada en los grados y logros académicos, sino que también en los sueldos percibidos por las mujeres dedicadas a la academia, donde, con independencia del área o sector donde se desempeñen, las mujeres con grado de Doctora reciben un salario un 20% más bajo que los hombres con el mismo grado.

Los costos psicológicos de las brechas de género
Queda mucho trabajo por hacerse al amparo de esta nueva Ley y Política Nacional, pero más allá de estos datos y la brecha de género descrita, desde el ámbito de la Psicología no se nos puede olvidar el impacto personal que todo esto tiene sobre las mujeres. Además de lo traumático de una situación de acoso o violencia sexual en particular, las mujeres vivimos en un contexto social permanentemente amenazante y ansiógeno.
Distintos estudios evidencian que el miedo al acoso y a la violencia de género modifica fuertemente nuestro comportamiento y la impredecibilidad e incontrolabilidad de eventos estresantes, como la violencia de género, son claramente factores de riesgo y vulnerabilidad en el desarrollo de patología ansiosa. Sabemos además desde hace tiempo que la patología ansiosa tiene una mayor incidencia en mujeres que en hombres (aproximadamente el doble). Sin embargo, tanto en la práctica clínica como en la investigación, nos está faltando quizás hacer un mayor énfasis en la probable relación entre el acoso, la violencia y la discriminación de género que padecemos de forma sistémica y sistemática, y la salud mental en las mujeres.
Tal y como se recoge en la propia Política, actualmente se reconoce explícitamente un sesgo de género en la investigación en salud desfavorable para las mujeres, y la salud mental no es una excepción. Sirva por tanto una Política de Género como la chilena para que, junto con la incorporación de mujeres y el enfoque de género en la academia y la investigación, este sesgo se pueda ir corrigiendo en aras de una mayor calidad de vida para las mujeres.
Referencias
Hernández Herrera, C. A., Jiménez García, M., & Guadarrama Tapia, E. (2015). La percepción del hostigamiento y acoso sexual en mujeres estudiantes en dos instituciones de educación superior. Revista de la Educación Superior, 44(176), 63-82.
Smit, D., & Du Plessis, V. (2011). Sexual harassment in the education sector. Potchefstroom Electronic Law Journal/Potchefstroomse Elektroniese Regsblad, 14(6), 173-217.
Reilly, M. E., Lott, B., & Gallogly, S. M. (1986). Sexual harassment of university students. Sex Roles, 15(7-8), 333-358.
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Sobre las Autoras

Rocío Angulo
Doctora en Psicología por la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU); Magíster en Neurociencias por la Universidad Pablo Olavide de Sevilla (España). Actualmente es Docente Investigadora en la Universidad de O´Higgins, donde dirige el Instituto de Ciencias Sociales. Sus líneas de investigación comprenden el estudio del aprendizaje perceptivo y las interacciones entre procesos de atención y de aprendizaje. También estudia diferencias sexuales en condicionamiento clásico y aprendizaje predictivo, lo que la ha llevado a interesarse por temas de discriminación y violencia de género.

Nerea Aldunate Ruff
Es Licenciada y Doctora en Psicología por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente, es Profesora Asistente en la Escuela de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Sus líneas de investigación se dirigen al estudio del procesamiento del lenguaje y de las emociones en la comunicación humana y la percepción de violencia, con métodos experimentales y técnicas de electrofisiología humana.

Vanetza Quezada-Scholz
Es Psicóloga de la Universidad de Chile, Magister en Psicología Clínica y Doctora en Psicoterapia por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Profesora Asistente del Departamento de Psicología e Investigadora del Núcleo de Investigación en Psicología y Psicopatología Experimental de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Sus líneas de investigación se dirigen al estudio de las bases asociativas del miedo como proceso que subyace a los trastornos de ansiedad, así como al desarrollo de estrategias conductuales para prevenir la recuperación del miedo y la ansiedad posterior al tratamiento.