Cristian Narváez
Universidad Nacional de Colombia

Desde la última década del siglo XX, la flexibilidad en los currículos de los programas de educación superior ha tomado fuerza a nivel global. Esta flexibilidad surge como una alternativa a los programas tradicionales de formación, en cuanto a la organización de los contenidos y su respectiva gestión. Se propone extender los límites de dichos programas y ofrecer una variabilidad a la formación universitaria, que se ajuste tanto a las necesidades de los estudiantes como al contexto social en el que se desarrollan. Aunque la idea nace como una iniciativa que propicia el aprendizaje y la autonomía intelectual, se enfrenta a obstáculos relacionados con la gestión institucional, la baja capacitación docente, la formación previa del estudiantado, los limitados recursos institucionales y el mercado de la educación.
¿Qué Entendemos por Flexibilidad Curricular?
Un concepto clave para poder entender la propuesta de flexibilidad curricular es la trayectoria personal de aprendizaje (TPA). Este concepto hace referencia al proceso de formación académica y profesional que tienen los estudiantes, tanto en ámbitos formales como no formales. Esto quiere decir que no solo se tienen en cuenta los cursos académicos que estos toman sino también su formación personal, pues es el conjunto de diferentes variables lo que se refleja en su actividad profesional y no únicamente los conocimientos adquiridos en las aulas de clase (Díaz-Barriga et al., 2020).
Como dato curioso, la palabra “flexibilidad” proviene del latín tardío flexibitas, que hace referencia a la capacidad de algunas ramas para doblarse y retomar su forma original. Para la RAE (2014) flexibilidad significa que algo “no se sujeta a normas estrictas y es susceptible a variaciones según las necesidades”. Este concepto puesto en práctica se vuelve una modalidad educativa, en la que los estudiantes son agentes activos de su formación, y cuentan con la posibilidad de escoger parte de las materias, prácticas e investigación que desean realizar. En la mayoría de programas de este tipo existe un componente común en el que se ven materias básicas de psicología en la primera mitad de la carrera, y hacia el final se habilitan diferentes líneas de formación en las cuales los estudiantes pueden elegir materias optativas, así como el área en el que desean realizar sus prácticas profesionales. Estos programas son ajustados a las nuevas necesidades profesionales que van surgiendo con el tiempo (Díaz Villa & Gómez Vásquez, 2016).
Ventajas y Apreciaciones
Entre los cambios y ventajas que ofrece esta perspectiva educativa se destaca la concepción de los estudiantes como agentes activos y propositivos sobre su propia formación académica, lo que permite generar diversos perfiles de egreso que cobijan las diferentes ramas profesionales; así mismo, propicia el aprendizaje y la autonomía intelectual, posibilitando el pensamiento reflexivo y crítico para hacer frente a las necesidades particulares de las comunidades (Díaz Villa & Gómez Vásquez, 2016).
En una muestra de estudiantes de México (Díaz-Barriga et al., 2020), los estudiantes reconocieron el valor de poder elegir libremente parte de su trayectoria de formación, de acuerdo con sus gustos y las necesidades que identifican en sus propios contextos. Además, resaltaron que no buscan ser “fotocopias de profesionales”, sino que quieren marcar una diferencia con su propia formación.
Obstáculos y Retos
Entre las diferentes dificultades a las que se enfrenta una adecuada implementación de los programas flexibles de educación superior, encontramos (Díaz-Barriga et al., 2020):
- Una pobre gestión institucional de los recursos que ofrecen a los estudiantes. Por ejemplo, la variabilidad y horarios en los cursos optativos suelen ser limitados, por lo que no todos los estudiantes logran desarrollar su formación con tanta libertad.
- El manejo de la agenda educativa por parte de grupos de poder lleva a determinar cuál es el enfoque investigativo y profesional que tienen algunas instituciones educativas, ignorando las necesidades de otros sectores sociales y de los mismos estudiantes.
- Parte del cuerpo docente no está preparado para formar a sus estudiantes con una perspectiva más participativa y coconstructiva, pues aún se mantiene una jerarquía en el proceso de formación.
- Las deficiencias en la educación básica repercuten en las habilidades para el estudio independiente que requieren los estudiantes, pues si bien se reconoce la autonomía y la capacidad para elegir sobre sus propios intereses, no todos los que terminan sus estudios básicos desarrollan en profundidad estas estrategias de aprendizaje.
El Dilema de la Flexibilidad
Díaz Villa y Gómez Vásquez (2016) destacan algunas ideas del deber ser de las instituciones educativas. Entre estas se encuentran: (a) la oposición a las agendas ocultas mediadas por las narrativas económicas, (b) el rescate del valor de la educación por sí misma para luchar contra la falta de recursos y autonomía; y (c) la implementación de programas de formación que respondan a las necesidades sociales de las regiones y no únicamente al mercado de la educación. Teniendo esto en cuenta, Díaz Villa y Gómez Vásquez (2016) sugieren que en la práctica los programas de educación profesional no se articulan claramente con la realidad local de los estudiantes.
A pesar de que en el papel se busca integrar “la formación para el capital humano” y “la formación por y en competencias”, en los resultados que se tienen hasta el momento se evidencia que se está dejando de lado la “formación integral y con sentido humanístico” que se espera alcanzar. Parece que dicha flexibilidad se acomoda más a la demanda global de profesionales según las necesidades nacientes del mercado y no a las condiciones sociales que en principio los profesionales buscan satisfacer. Es por esto que aún se siguen presentando dificultades en la adaptación a este cambio para la formación profesional, por lo que es necesario rescatar este valor de autonomía y de apropiación por parte del estudiantado, frente a los procesos formativos que cursan. Así, la flexibilidad se ha mantenido en boga desde su implementación debido a los resultados económicos que presenta, pero aún está pendiente que se consiga la participación activa de las personas que se están formando como profesionales.
Dicho esto, para poder sacarle el mayor provecho a esta perspectiva educativa, es necesario que los diversos sectores que tienen cabida en esta dinámica, sean actores activos para su desarrollo y establecimiento. Tanto el estudiantado como el cuerpo académico deben ir desarrollando las capacidades y habilidades que se requieran, mientras que el resto de la sociedad debe propiciar mejores canales de comunicación que ayuden a conciliar las necesidades que se tienen con los perfiles de egresados que se estarían formando. De esta manera, se puede pensar en un modelo educativo que permita a cada persona desarrollar sus intereses y aptitudes de una manera más personalizada, más a gusto con su formación, y que a su vez sea capaz de cumplir un papel constructivo en la sociedad.
Referencias
Díaz-Barriga, F. D., López-Ramírez, J. L., & López-Banda, E. A. (2020) Trayectorias personales de aprendizaje y currículo flexible: la perspectiva de los estudiantes universitarios de psicología. Revista Iberoamericana de Educación Superior, 11 (30), 3-21. https://doi.org/10.22201/iisue.20072872e.2020.30.585
Díaz Villa, M. & Gómez Vásquez, M. V. (2016). La formación flexible en los programas de pregrado en psicología en Colombia: un estudio crítico. Magis, Revista Internacional de Investigación en Instrucción, 9(18), 147-172. https://doi.org/10.11144/Javeriana.m9-18.ffpp