Kathy Geraldine Porras Esquivel
Universidad Nacional de Colombia

Con la pandemia del COVID-19 se han vuelto más visibles algunas de las problemáticas de salud mental y la necesidad de contar con servicios psicológicos que respondan a las dificultades generadas por las condiciones de distanciamiento social. En este contexto, se han extendido prácticas previamente existentes, pero menos difundidas, como la telepsicología.
La pandemia del COVID-19 ha tenido un impacto inesperado a nivel mundial en varios aspectos de nuestras vidas; entre ellos, ha llevado a diversos cambios en las formas en que nos relacionamos, y abordamos nuestras dificultades cotidianas y las derivadas de situaciones críticas sobrevinientes.
Durante este periodo de crisis de salud a nivel global, se ha visto un amplio surgimiento de problemas de salud mental; persisten problemas antes existentes y se han exacerbado otros como la depresión y los trastornos de ansiedad, a causa de la situación de aislamiento social. La psicología y otras profesiones que prestan servicios de salud, han tenido que adaptarse a nuevas condiciones de trabajo y ejercicio de la profesión, y es en este sentido, en que se han extendido prácticas previamente existentes, pero menos difundidas, como la telepsicología.
De acuerdo con la Asociación Americana de Psicología (APA, 2013), la palabra telepsicología hace referencia a la prestación de servicios psicológicos mediante las tecnologías de la información y la comunicación. Dicha prestación de servicios psicológicos cobra una especial importancia ante una situación tan impactante e inesperada como una pandemia.
En este sentido, las asociaciones de psicólogos de varios países en América Latina y en el resto del mundo, han desarrollado guías para un adecuado manejo de la telepsicología. A continuación se presentan algunos ejemplos:
- El Colegio de Psicólogos del Perú, lanzó una Guía orientativa para un uso adecuado, en la que se destaca que la atención a distancia debe basarse en el código deontológico profesional. En este mismo país, en el año 2019 se lanzó la Ley marco de telesalud, que define el servicio de salud a distancia y contempla de manera especial la importancia de hacer llegar dichos servicios a las regiones más apartadas.
- El Ministerio de Salud de Ecuador ha desarrollado un Protocolo para atención teleasistida de salud mental en COVID-19, que plantea lineamientos de teleasistencia para todas las instituciones que brinden servicios de salud mental o asistencia a poblaciones vulnerables durante la pandemia.
- El Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, España, tradujo la Guía para la práctica de la telepsicología (2017) de la APA, publicada originalmente en 2013, la cual ha cobrado especial relevancia en estos momentos. En ella, se adecuan los principios deontológicos del ejercicio profesional a la atención virtual.
- En Colombia, ASCOFAPSI y COLPSIC lanzaron una guía denominada Telepsicología, en la que se ofrecen consejos para el desempeño profesional responsable y se plantean algunas sugerencias para la formación de psicólogos que promuevan el desarrollo de competencias específicas para las condiciones de virtualidad.
En relación con este tema también son destacables las labores del Congreso Iberoamericano de Ciberpsicología, realizado del 11 al 15 de noviembre de 2019, donde se concluyó la importancia de darle un sustento jurídico a estas prácticas, que ofrezca a los terapeutas garantías legales para el ejercicio de la profesión.
Es importante anotar que en las guías señaladas se enfatiza que la transformación de los servicios en psicología va más allá de un traslado a la virtualidad. Dicha labor debe implicar una reflexión crítica de las prácticas, que no pierda de vista que su trabajo está dirigido al bienestar de las personas y que tenga siempre presente las implicaciones éticas; principalmente, la confidencialidad adaptada al medio virtual. Es también destacable que, aunque en años previos contábamos ya con TICs que posibilitan la atención virtual y a distancia, esta práctica no era tan empleada, posiblemente por preferir los elementos de la presencialidad que son identificados por consultantes y terapeutas como facilitadores del proceso terapéutico, entre los que se incluyen factores emocionales, del vínculo personal y de la comunicación.